Ya Soy Retro


Para tocar los timbres y salir corriendo.

Para hablar con las amigas de lo guapos que son los chicos este año.

Para hablar con los amigos de lo guapas que son las chicas este año.

Para olvidarnos de hacer los deberes.

Para jugar a ser Jordan con una pelota de papel.

Para tomar leche condensada a escondidas.

Para jugar a la NES.

Para ver Barrio Sésamo.

Para bailar como Georgie Dann.

Para volver a la EGB.

Para cambiar cromos.

Para interactuar sin pantallas.

Para ver Verano Azul.

Para estar a las 10 en casa.

Para aprender a afeitarnos.

Para aprender a maquillarnos.

Para recuperar, en definitiva, el niño que tenemos dentro.

Para tener el ánimo, únicamente, de pasarlo bien.

El Silencio Me Habla En Guadalén


Los viernes parecen sutiles cuando el sol los calienta

Alegres y cantarines por de más

Útiles cuando cierran capítulos que duran más de la cuenta

Festivos y utópicos de todas formas. 


Alcanzan plus de gloria cuando la lluvia asoma

Siento si para la mayoría parece triste

Pero ya se sabe que depende de quién lo toma

O de aquel que el traje viste.


Todo evoluciona si fluye con pureza

No hay proceso ni mecanismo

Solo aquello que dicta la naturaleza

Solo aquello que sucede por sí mismo. 


Así fue desde que el mundo es mundo

De tal manera es desde que la vida es vida

De nada sirve rebelarse ni ponerse tremebundo

A cada cual lo suyo y lo demás mentira.

Los Centros Comerciales Son Como La Vida


Pensamos, efectivamente, que son la vida, pero al final no son nada más que una mierda.

Despiertan la ilusión de propios y extraños, pero finalmente cumplen la ley de la expectativa y la triste realidad.

También son sangre, sudor y lágrimas.

Se cumple la ley de Murphy.

Cuando buscas no encuentras.

Encuentras cuando no quieres nada.

Son oasis más falsos que un billete de 6 euros.

Estás deseando llegar, pero cuando lo haces estás loco por salir.

Sabes por donde entras, pero jamás por donde sales.

Nada es gratis.

Venden reiteradamente publicidad engañosa.

Los mejores momentos son los que pasas en el WC.

Cierran puertas y ventanas mismamente como pasa en nuestro devenir por el valle de la tortura.

Son pan para hoy y hambre para mañana.

Cada vez son más aburridos.

La calidad va en deterioro mires donde mires.

Hay riadas de gente, por lo que el efecto tan manido de solo ante la multitud vuelve a cobrar sentido por enésima vez.

Hay más errores que aciertos, pero estos, además, cuestan dinero y salud.

Piensas, erróneamente, que comes mejor fuera que en casa.

Añades a la cesta cosas que realmente no te hacen falta.

Cuando echan el cierre se apagan las luces.

Amor 2.0


¿Por qué no… dejas el móvil encima de la mesa,

Piensas, tal vez, en algo que no sea en ti,

Pruebas a cerrar los ojos por un momento,

Valoras la posibilidad de hacer algo para conseguirlo,

Te dejas llevar por la música que el viento compuso para nosotros,

Metes el egoísmo en la mochila de reciclar problemas,

Abres lentamente los ojos,

Visualizas el poder del pensamiento,

De la fuerza cuando actuamos de corazón,

Te encuentras conmigo de frente,

Eres coherente con tus palabras,

Piensas por un momento en un futuro por resolver,

Te muestras diligente al fin,

Me miras como si no hubieses visto a un humano jamás,

Olvidas el pasado resuelto,

Sientes como algo en ti se regenera,

Tomas mis manos,

Te embriagas de honestidad,

Dejas tu alma al descubierto,

Te acercas a mí,

Permites que el destino se apodere de ti,

Abres al fin tu corazón,

Sueñas con los ojos abiertos,

Y me besas?

Los Sueños A Menudo Son Mentira


Por una razón u otra nunca sabremos lo que importa. Tal vez por jóvenes, tal vez por viejos… la ignorancia o el egoísmo moverán cada uno de nuestros pensamientos. Será tal con la inocencia el máximo esplendor de la pureza o quizás en retrospectiva cuando con la profundidad del análisis sepamos equiparar la balanza. Pero si de una forma fue pronto seguramente en el otro extremo será demasiado tarde, no sabremos entender el equilibrio ni elegir el cristal con el que mirar las cosas. Parece que el desacierto será el denominador común en cualquier encuentro, en todo momento, en la totalidad de las ocasiones, en cada una de las bazas que nos queden por jugar. Lugares, gentes, sensaciones, pensamientos, sueños, alegrías, penas, sonrisas, tristezas, promesas, engaños… todo tendrá su principio y su fin, un comienzo que no sabremos cómo fue y un final que no vimos venir. Todo será un divagar, un eterno devenir, un corto pasaje dentro de un infinito imposible de medir, una dimensión paralela desde la que la realidad nos parecerá otra paralela dimensión. Quizás todo sea fruto de una confusión, una ilusión en forma de realidad onírica que nunca debió existir, un bucle infinito, tal vez, sin intención de ceder. O sí. Qué sé yo.

Hace Frío En Belorado


¿Qué debería de hacer con aquello que no funciona?

Con eso que se queda obsoleto

Que tenía un uso y ahora no, ¡vaya faena!

Aunque de él tenga buen recuerdo ya solo es un vil objeto.


Igual pasa con todas esas personas

Aquellas que estaban dentro del círculo

Un día marchan y de pronto solo dejan penas

Aunque sea habitual no deja de dar por culo.


Al final es cierto eso de que todo es efímero

Que todo lo que empieza tiene un final

Pero ni de la mar únicamente el mero

Ni de la tierra el cordero… lechal.


Y así la vida sigue y todo fluye

Nunca como quieres y jamás como esperas

Pero de lo que no quieres huye

Y no te apartes de aquello por lo que suspiras.

And Suddenly Debrecen On The Horizon


La pugna es cíclica

La dificultad se multiplica

La lucha se recicla. 


Hoy ha comenzado la rebelión

Ante una horda infinita

Haciendo frente a una legión

Lo más probable es que mi derrota se repita.


Hoy, de verdad, me gustaría ser mejor

Voltear la vida sin sentirme un traidor

Pero, de sobra sé, que me temo lo peor.


Y seguro es cierto que habrá alguna risa

El peso de la vida transformado en decepción

Rumores de victoria que se los llevará la brisa

Y una posología final que suena a redención.


La batalla es dolor

La angustia genera ardor

La contienda me señala como eterno perdedor.

From The Watchtower Of Santa Coloma


Lo que no se arregla en una vida se soluciona en un día

Arivadebei, arivadebó

Deja que te diga que todo suena mejor con una buena melodía

Arivadebei, arivadebó

Porque por mucho que la casa parezca sucia

Arivadebei, arivadebó

Sabrá vestir mejor con un poco de astucia.


Hoy puedo dibujar la mejor sonrisa

Arivadebei, arivadebó

Solo con buena actitud y sin prisa

Arivadebei, arivadebó

Al influjo de una cálida brisa

Arivadebei, arivadebó

Sin tener miedo de por donde se pisa.


Y así como haremos con el resto

Arivadebei, arivadebó

Pudiendo con el pesar y con todo

Arivadebei, arivadebó

Sin preguntar más por qué esto

Arivadebei, arivadebó

Y por qué no puedo.


Ahora lo veo todo mucho más claro

Arivadebei, arivadebó

Justo en el momento en que todo pintaba más raro

Arivadebei, arivadebó

Pero ni todo es tan melenudo

Arivadebei, arivadebó

Ni todo es tan calvo.

Dear Hope


Solo la traición es peor que la indefinición

Porque la espera supone dolor

Tal vez porque no hay peor tortura que la ilusión

Porque es triste el divagar que supone el tránsito hacia el amor.


Y es cierto que todo el mundo inocula dosis de perjuicio

De forma premeditada o simplemente por inercia

Es sencillo no sentir el llanto para nuestro beneficio

No existe lo que no fue dictado por sentencia.


La pena se viste de silencio, de violenta desidia y de fría oscuridad

De forma inopinada, de fatal naturaleza, de un final inacabado

En ese páramo no se aterriza por accidente ni se llega por casualidad

Es sencillo instalarse en este valle cuando por la sociedad te ves empujado.


El futuro ahorra esfuerzos, prescinde de automatismos y acerca personas

Pero ni los colores son tan intensos ni la resolución es tan meridiana

Prefiero sentirme vivo, la alegría de un saludo y abrir las persianas

Dejar que el destino encuentre su curso y que el progreso sea una utopía lejana.

El Súper Héroe De Los Pensamientos De Acero Contra Los Arcanos Del Orbe


La composición de las calles, la estructura de las edificaciones, los detalles del paisaje, la idiosincrasia de sus gentes, la brisa marina… todo le brindaba una agradable sensación y un bello recuerdo para conservar como un tesoro. La mañana parecía distinta, las horas de transición eran aprovechables y cada atardecer era como bálsamo para su alma cansada. Todo parecía funcionar bien, de hecho, hacía mucho que todo era ya no como debe ser, sino mejor, especial, interesante, al margen de pensamientos o sensaciones impuras. Llegó con lo puesto, ávido de cariño, desnudo de esperanzas, ahogado por las malas experiencias, pero es cierto, de un tiempo a esta parte todo lo que sucedía era agradable e incluso a veces demasiado. La incomprensión y el camino errado le llevaron por un derrotero tan incierto como eterno hasta ayer, día en el que al fin pudo entender que nada importaba más que él. 

Siempre se había sentido confundido por la impresión inicial del instante, se había negado a ser el protagonista de su propia historia y así hasta llegar a sentir que los personajes principales de su guion eran precisamente otros. Eso no era bueno ni malo, era simplemente su realidad. Se dio cuenta cuando una tarde, esperando la caída de la luz, departía con su amiga Marta en un banco central de la Plaza España de cualquier país. No importaba que fuese la Plaza España, tampoco de qué nación y ni siquiera que el parque estuviese bien acondicionado o que el banco fuese de un barato conglomerado que imita al abedul. Lo relevante es que el banco estuviese centrado. Esa era la clave. En el resto de la estancia jamás pasaba nada extraordinario, las vistas eran como las demás y las conversaciones banales, triviales e inservibles, empero, en el aquel banco centrado Marta pudo revelarle el arcano de la existencia en general y por ende enigmas sobre su propia transcendencia en el orbe que osaba mancillar durante eternos eones con un dudoso proceder. Quizás ella lo hizo de forma involuntaria o posiblemente fue en ese momento cuando descubrió su poderosa capacidad escrutadora y analítica, no obstante, como pueden imaginar, lo que jamás dudó es que aquel lugar se convertiría desde ese instante en su cenobio habitual para desvelar misterios ocultos para la mayoría y abiertos de par en par para su conocimiento y disfrute. 

Marta un buen día marchó como pasan las personas por nuestra vida, haciendo más o menos ruido, veloz, intransigente, sin ton ni son. Al principio no se dio cuenta de su partida, de hecho ni siquiera llegó a echarla de menos, pero luego su ausencia azotó su mente hasta llegar a sufrir en intensidades altas y/o severas. Cuando el grado de dureza bajó de medio a moderado y ya no dolía el pensamiento le fue sencillo aprender lo que me dejé por añadir en la descripción anterior de cómo pasan las personas por nuestro lado: sin más valor que el presente del momento. En contra de lo que pudiesen pensar, no fue Marta la única confesora y ni tan siquiera la más importante del banco de Plaza España. Para nada. Por allí también pasaron mi Miguel, Pirri, el profesor Sarasate, Michael Jordan, una mitad de otra mitad de aquella mitad que me dejé y sobre todo una persona de la que no recuerdo nada, el joven azote que llegó desde el lugar elegido para impactar su sosiego con un descaro sobrenatural que no podía contener de ninguna de las maneras. Sí, alguien que representaba lo que no tenía, lo que él no era, sobre lo que quisiera proyectarse en cualquier situación. Fácil decirlo tal vez, difícil exponerlo, utópico llevarlo a cabo. Pero en esas estaba cuando un nuevo día llegó con sus aires alocados, gráciles y de estilo indefinible alguien que podía ser Marta o tal vez otro ser viviente o no que quizás me inventé en aquel tedio veraniego que parecía no tener fin.

The Day I Gone Of Hontoria


Suenan tambores de guerra 

Ni porque fuera 

Ni porque no quiera. 


Ahora rugen los elementos 

Generando tormentos 

Y toda clase de ritmos violentos. 


El hambre por bandera 

Incluso para el que no viera

No hay elección, estamos en quiebra.


Quizás ignoras el llanto 

También el quebranto 

Es la condena por haber abusado tanto.


Las campanas redoblarán como fieras

Devorando victimas sin importar quién muera

Destruyendo vidas que son quimeras.


Es tarde para frenar el viento 

Imposible poner diques con predicamento

El apocalipsis no necesita de más instrumentos.


Ay, si yo pudiera

Me lo arrebatarían de cualquier manera

Nadie lo creería aunque lo tuviera.


Próximo queda el fin del movimiento

No importa la bravura ni el rendimiento

Ya no queda espacio para ningún sentimiento.

Ergaster


El camino que no tiene fin 

Un día encontrará un lugar donde poder morar 

Aunque parezca gris 

Sin ni siquiera pensar que tal vez sea un mal lugar 


Y todo se vestirá de ti

De tu esencia y de tu amor

De aquello que siempre quise para mí

De un futuro que tiene aspecto de rosa en flor


Pero las mañanas un día supieron que te perdí 

Antes incluso de que notará tu ausencia 

Justo en el momento en el que de ti aprendí 

Quizás por defecto y por la propia inercia 


Y entonces el camino ni siquiera será baladí

Ahora será torpe y desidioso

Sin esperanza ni frenesí

Deseando tu vuelta siendo frugal y tenebroso.

Waiting In Ronkonkoma


Solo recordaba que no sabía nada. Como los demás, completaba la rutina de los trayectos leyendo (las pocas), pensando (las menos), engullendo, disimulando vagidos o simplemente bostezando. Aquello no podía seguir así, el encefalograma plano empezó a gruñir y se puso en pie de guerra abriendo una contienda de una virulencia inusitada. Como la guarnición retadora era considerablemente más poderosa que su pundonor y su conciencia, dejó a un lado la bravura y la gallardía para enarbolar la bandera blanca y así no tener que acusar más bajas. Desde aquel día, la mente abrió sus fronteras, ocupó todos sus territorios y tiranizó sus movimientos con censura y radicalismo por partes iguales. Ni los fundamentalistas ni los partisanos pudieron mostrar su discordancia. A partir de aquel día, como un maniaco, se dispuso a escrutar a todo el que se sentase frente a él dejando de este modo aquello de perder un tiempo tan valioso como el que se le iba en los malditos desplazamientos diarios. El resto fue un simple evolucionar hasta un punto en el que incluso diseñó estrategias, tácticas y misiones de alto rango dignas de un escuadrón militar de élite. Tanto fue así que incluso engarzó un itinerario minucioso en el que cambiaba de posición para no perder ninguna perspectiva y así cubrir un campo de aspiración más amplio teniendo de este modo más rostros que desgranar. Ya dentro del trabajo a pie de obra alguna gente le sorprendió, muchos le hicieron reír y varios le hicieron llorar. También hubo los que daban miedo, los que ocultaban realidades y mentiras y, por supuesto, los que, como él, simplemente tenían los pensamientos en blanco. Más de una vez dejó pasar su parada para seguir analizando alguna personalidad que tenía miga. Ciertas miradas desafiantes le causaron ciertos problemas al principio, por lo que optó por ir con gafas de sol aunque fuesen las tres de la mañana. No era raro en él hacerse el invidente. Su tarea estaba libre de desidias, objetos sexuales, intereses culturales, tendencias o cualquier otro matiz, aquello simplemente se convirtió en un hábito de vida y en su única obsesión, una obsesión que, tal vez, no fuese a ningún lado, pero que, bien visto, podría reportarle incluso valor académico y repercusión literaria. La inspiración fluía en aquellos rostros: los de las Juanis, el del ejecutivo trasnochado, aquel de la señora que cogía el metro para comprar en el barrio donde vivía hace 17 años aunque estuviese a quince estaciones de distancia, el del chulazo que miraba por encima del hombro a todo quisque para disimular su falta de ego causada por la microfalosomía, el que venía de hacer una fechoría, los de aquellos que no sabían qué iban a encontrar en casa, los de las aspiraciones… Es cierto, algunas veces se abrumaba pensando en la cantidad ingente de trabajo que tenía por delante. Cuando una faz se repetía era como si pasasen anuncios, entonces había que devolver la película al videoclub o directamente reclamar. Cuántas veces pensó que se estaba volviendo loco, pero cuando una mirada le arrebataba el corazón, cuando una fugacidad le abría la intimidad de un desconocido, cuando el mar rompía olas en el vagón a través de los ojos de un adolescente o cuando simplemente unos ojos se desgarraban y dejaban rodar una lagrima tras las lentes sentía que todo merecía la pena y que, efectivamente, su lucha tenía sentido.

Déjà vu


Cogió el tren nada más nacer y jamás volvió a salir de él. No es que tuviese una cama al lado de la cabina del conductor o que entre la catenaria y el techo hubiese un horno donde hacer tartas para celebrar su cumpleaños, pero es así: nunca salió del tren. Los interventores, guardias de seguridad y demás empleados se habían convertido en su familia y los viajeros en los amigos pesados que vienen todos los días a comer a casa. Estando dormido, de pie y con la única asistencia de un adiposo asidero, pasaban por su mente trenes cargados de ilusiones, desesperanzas, miedos y alegrías.

¿Eran realmente trenes o la sensación de vivir un eterno día de la marmota?

La Vida Es Una Mierda


Porque sí. 

Porque no es mejor.

Porque saca lo peor de mí.

Porque siempre todo da pavor.

Principalmente por ti.

Porque todo es un error.

Porque me aburro aquí.

Porque me abruma el terror.

Porque me aterra lo que vi.

Básicamente porque es un horror.

Porque no quiero ser así.

Porque va de Guatemala a Guatepeor.

Porque ya te perdí.

Porque está llena de rencor.

Y sobre todo porque huele mal… y no consigo ser feliz.

Próxima Estación: Chueca


Como cada mañana, departo animosamente con Pablo. No sé desde cuándo esto es así, mas si puedo recordar vivamente como mis primeros meses en este lugar estuvieron presididos por el silencio y el anonimato. Con Pablo todo es distinto, ya no me fijo en cosas absurdas que antes eran foco de atención o en detalles triviales que incluso en ciertos momentos me llegaron a incomodar. Siempre hay algo de lo que hablar, algo que compartir, muchas cosas para estar de acuerdo… Pablo es, en definitiva, el amigo que siempre había querido tener. Cuando pienso en su amistad a veces me confundo creyendo que es más que eso, tanto que llego a sentir que es para mí como un hermano. Increíble empatía la que hemos forjado, no se sabe si por casualidad o no, lo que está claro es que no me podría arrepentir jamás del día en el que el destino me hizo estar cerca de él. Y es cierto, lo forcé, tuve un irreductible empeño por conocerle, por comprobar si en definitiva era lo que me imaginaba. Y es mucho más. Nunca lo pude imaginar, pero acabé por darme cuenta más pronto que tarde de que empecé a hablar con él porque realmente me gustaba. Mi primer sentimiento homosexual llegó justo a los 40, esa edad en la que parece que ya nada va a cambiar…

Descripción Incierta De La Belleza


No habría forma posible de enhebrar un texto correcto que siguiese un patrón fiel a lo que representaba, tampoco ayudaría una instantánea: ella era una definición dentro de una definición, una espiral de matices sobre un tapiz que usaba mil colores y rasgos distintos para conformar algo indescriptible y sobrenatural. Sin incurrir en lo ambiguo, peinaba cabellos de oro, aunque al día siguiente sería posible contemplarla con una enorme cola de caballo de un negro charol tan zaino como brillante. No necesitaba maquillaje, su expresión recogía todos los tonos naturales posibles de la fuerza del sol y los desparramaba por su rostro de forma camaleónica: un día aquí, otro allí... según la ocasión. Aquella mirada cambiaba de esencia, de humor y hasta de color, penetraba y se mostraba eternamente interesante, nunca igual que ayer, jamás encasillada bajo una oración que pudiera darle un nombre certero. De su boca emanaban expresiones de sensación como de las manos de un artista salen obras de arte... Podía regalar una melodía, un verso, un boceto... hasta un monumento. Precisamente alguno pensaría en ese sustantivo para darle cariz de adjetivo, pero seguramente siempre quedaría corto, sobre todo si tenemos en cuenta lo dicho y lo que quedaría por contar...

La M-40 Pasa Por Roma


El cielo luce su mejor sonrisa 

Hoy por fin te conocí 

El amor limpia mi camisa 

Hoy al fin estaré contigo 

Tu presencia es una alegre brisa 

Deseo fundirme a tu abrigo 

Solo hay paz, nada de prisa 

Tú eres mi único destino.

Algo Pasa En Brno


Un día se dedicó a desvariar, a destrozar, a perder el mundo de vista. Es probable que fuese consciente de la situación; sin embargo, no podía controlarlo. El caso es que aquello era divertido: el frenesí endógeno que le poseía imprimía a sus actos una inyección de adrenalina que le hacía flotar en una nueva dimensión. Inmune, libre, feliz, autentico… quería gritar y presumir, reír y vivir, recordar y olvidar, llorar y hasta morir. Es probable que aquello durase mucho tiempo, aunque también es posible que fuese corto. Difícil dictaminarlo. Quiso sentirse más alto, más veloz, más listo, distinto, incluso humano. Intuía lo que pasaba, lo tenía en cuenta, pero pensaba que otra vida invadía su existencia con confort, energía y un plus de desconocida alegría. Más traumático fue sentir como el karma se le empezó a escapar paulatinamente de su organismo, como la gloria resbalaba entre sus dedos, como el final y la vuelta al caos poserótico se haría con él durante las próximas jornadas. Sabe Dios cuántas cosas perdió por la ventana, cuántas arrojo a la papelera, cuantas ideas pasarían sin bajarse en su estación, cuántos amigos dejaron de serlo desde ese pasaje. 

¿Un compuesto vitamínico?, ¿una noche de sueño plena?, ¿una buena noticia?... Barajó todas las opciones que podían motivar su estado intentando encontrar una respuesta, pero no llegó a tenerlo claro del todo. Demasiado positivo, los efectos de los brebajes y de las sustancias psicotrópicas no le dejaban ver el camino…

Postcards From Newark


Una parte suya había estado antes allí. Como un perenne déjà vu, cada paso por dar le recordaba una traición constante a la memoria, a un oasis de sensaciones que quizás jamás podría ver y ni mucho menos tocar. Se suele magnificar lo opuesto, lo distante, lo que no se puede tener, lo que en definitiva no se puede ni se debe poseer. Esto es algo que en principio puede considerarse como solemne hasta que acaba por convertirse realmente en lo que es: una entelequia, una epifanía descabalgada, tal vez una letanía absurda sin motivo ni valor. Pero cuando de verdad comienzas a desear lo inalcanzable todo termina por cambiar, lo incierto tiene sentido y las ganas de vivir pueden con la desidia para insuflar esas dosis de bonhomía y urbanidad tan elegantes como necesarias. Es verdad, es lo vulgar y lo cotidiano lo que derrota a la emoción. 

Algún día sabré qué debo hacer a las cuatro de la tarde de esos días que los demás conocen como laborables.

Cinnamon


No me gustaría sorprenderte, acaso tampoco engancharte en ningún sentido. No soy nada especial y quizás a nadie le puedas hablar de mí. ¿Sabes de esas bonitas historias de amor en las que te disfrazas con la piel del protagonista? No te recordarán a mí. ¿Y esos bellos relatos en los que la amistad prevalece y te lleva de la mano con la fidelidad y la lealtad por bandera? No me hablo con la amistad, de hecho padezco de misantropía, y la mayoría de mis iguales me rechinan profundamente. ¿Y esos pasajes tupidos de recuerdos en los que todo es confortable y con tonos pastel en cada uno de sus matices? Me siento en sillas de esparto y abogo por los tejidos oscuros a la hora de acondicionar mi closet. Puedes tener por seguro que si dices hola yo te diré adiós. Y que me enfadaré profundamente, además seré pesado, obstinado, torpe e incluso infantil. Son mis credenciales. No veo lo que los demás, no voy donde ellos y ni siquiera entiendo las modas. Sé que escribo como nadie, aunque no sea reconocido, pero lo que sí reconozco es que no me gusta leer. No soy transgresor, pero no me gustan las barreras. Estilo la ambigüedad en toda la extensión de la palabra, si está mal hacer algo a vista de los ojos de terceros tendré que analizarlo y escrutarlo por mí mismo para, seguramente, acabar adorándolo. Todo me molesta, incluso tú. Soy taimado, chungo en ocasiones, hosco, me pongo nervioso al hablar y soy siempre peor de lo que se puede esperar. Soy un hombre. Si encuentras algo en mí que te fascine haré todo lo posible para que te parezca lo que viene siendo una mierda. Me duele casi todo. Casi siempre. Vivo en la tristeza. Me encanta recrearme en la desgracia, no por ser realista, se trata más bien de seguir las pautas del auténtico miserable. Miento siempre, puedes creerte menos de la mitad de lo que digo. 

Aun así, me gustaría pedirte que te quedarás aquí. No por nada, no por algo, simplemente porque tal vez ya te cansaste de recopilar cromos repetidos. Te aseguro que este no lo tienes en tu colección.

La Yugonostalgia: memorias de un plavi


Seis repúblicas, cinco naciones, cuatro culturas, tres lenguas, dos alfabetos, un estado. 

Cuando la riqueza cultural y multirracial se convierte en un problema. 

Sin ser comunista, socialista, nacionalista ni fascista. 

Tengo un primo que es sudeslavo, mi novia es serbia, mi padre nació en Zagreb, yo en Mostar, paso las vacaciones en Dubrovnik, me encanta Liubliana y muchos de mis amigos son musulmanes. No reniego de húngaros ni de albaneses, solo creo en una historia y siempre me he regido por tres colores: los de la bandera de Yugoslavia. 

Todo está tranquilo ahora en Belgrado, aunque nunca se sabe. Tengo casi tantos años y más de la mitad de mi vida transcurrió con una guerra de fondo en la que nunca quise participar. Nací dos veces, una de verdad y la otra el mismo día que fallecí por primera vez. Ahora vivo de regalo. La naturaleza del yugoslavo no es beligerante, es diversa. No rehuimos la fricción y nos mostramos vehementes en la disputa. Aunque todos somos hermanos, tenemos tantas diferencias que parecemos cada uno de su padre y de su madre. Pero como los de Rennes y los de Marsella, como los de Madrid y Barcelona, con las mismas diferencias que tienen los neoyorkinos y los angelinos. Sin embargo, aquí hubo un conflicto para establecer muros y fronteras de la vergüenza que tratarán de lograr que olvidemos un tiempo en el que todos íbamos de la mano. 

La opinión pública suele olvidar que la guerra no termina un día en concreto. Esta se prolonga posteriormente hasta que la memoria se mantiene viva y el dolor hasta más allá de la eternidad. La miseria no solo adopta forma de pobreza, también de vergüenza, de incomprensión, de no tener ni siquiera un lugar al que poder llamar patria. 

Yugoslavia tenía todos los colores del mundo: verde por sus bosques, azul por sus costas, rojo por unos, blanco por la esperanza…. y también negro por un futuro incierto. Podgorica, Split, Sarajevo, Skopje o Pristina: en todas las ciudades continua la esencia yugoslava, con el corazón a flor de piel, con la entonación al unísono, con el recuerdo de una historia que sigue viva a pesar del tiempo transcurrido. 

A mí me gustaría creer que nadie quiere desangrarse de esta forma, que hay que ser muy tonto para desearlo, que los nacionalismos generan odio y que, en definitiva, juntos somos más. Por eso, y aunque me llamen loco, creo en aquella Yugoslavia que era un país relevante en la vieja Europa, tan dinámica y bella como cualquiera de sus intactos amaneceres, con su intensidad y su temperamento, también con sus diferencias y sus defectos, pero con una esencia histórica que no se empaña por mucho que algunos se empeñen. Y no es un juego de palabras. Porque en los Balcanes los juegos a veces terminan mal. 

Soy el yugoslavo, aquel señor que murió el 25 de junio de 1991 y que nació el 5 de junio de 2006 para resucitar reencarnado en el recuerdo de un tiempo en el que la unión perdió la fuerza. Hoy la esperanza sigue en pie.

Maybe Úbeda


A veces tengo sueño por la tarde. No pasa siempre, solo en ocasiones. La sensación de que pierdes el tiempo es horrible, pero es el único momento en el que te sientes cómodo, ausente, al margen de todo lo conocido. No puedes comprar un billete para visitar ese lugar cuando quieras, pero cuando llega por sorpresa siempre estás preparado para disfrutarlo. 

Esto no fue siempre así, durante un corto pasaje de tiempo podía llegar a un pórtico suspendido en el cielo en el que podía reservar pasaje para llegar a ese punto de confort. Nunca tenía que hacer cola, jamás tuve que esperar: llegaba, me daban un plano para perderme y solo me marchaba cuando me echaban. Allí siempre iba de la mano de mamá y ella me dejaba jugar todo el tiempo por aquel increíble recorrido de diversiones, atracciones y recreo. No puedo decir lo que duró ni cuánto tuvo de realidad, solo sé que en ese momento sí pude sentir que era yo, con todo lo oscuro y lo alegre que soy, con mi alma defectuosa, con mis virtudes intactas, con mi desequilibrio, mi talento, mi podredumbre, mi pujanza, mi tristeza y mi valor por partes iguales. Como niño que era nunca pude mentir y eso solo pasó dos veces en mi vida: la primera y la última. Mamá sabía de todo, con ella nunca hubo aburrimiento. Hablaba de cualquier cosa y siempre tenía una respuesta para mis preguntas ya fuesen disparatadas, egoístas o simplemente absurdas. Solo me di cuenta después de las veces que me equivoqué, pero la luz no me dejaba ver el camino. 

Ahora esos instantes de sueño vespertino solo pasan muy de tarde en tarde. Además, esos momentos ya no tienen tintes épicos. Resultan carentes de emoción y son ficticios de todo punto. Mamá ya no está y aunque la llamé en repetidas ocasiones jamás volvió. Entonces ahora me siento perdido y alejado de mi realidad, culpable por abandonar mis obligaciones, sintiendo que, efectivamente, nada merece la pena ya. 

El jardín onírico de flores multicolores y aromas imposibles se amparaba en un lugar al borde de mi memoria, conocido a ratos, desconocido casi siempre, al sur de mi deriva, a la brisa de mi antojo, al relente de mi obsesión, justo al lado de Úbeda. Quizá.

La Santa Cruz


Desde su puesto de vigía domina los cuatro puntos cardinales de la ciudad. La ciudad, una pequeña localidad entroncada en el siglo XV con un encanto natural, romántica y afortunadamente al margen del comercio global y de la sofisticación de la que hacen gala las grandes urbes. Hoy sigue siendo uno de los asentamientos más antiguos del planeta, con historia para dar y contar, con aroma a mar por los cuatro costados, con visitantes de todas las partes del mundo que acuden a disfrutar del milagro de la naturaleza en una tierra que goza de la inspiración divina del Creador y que destila sur a borbotones. A diario observa como los bañistas acuden a las playas que rodean el perímetro de la ciudad, alegres, ansiosos por refrescarse ante las altas temperaturas que azotan la comarca sobre todo durante el periodo estival. A menudo se siente tentada de acompañarlos, pero no tendría manera de seguir sus pasos, los pies le pesan siempre demasiado y a duras penas acompasarían una coordinación adecuada para avanzar. A veces se pregunta cómo se sentiría estando sumergida en el agua, aunque aún tenía un vago recuerdo, una pesadilla, sobre qué se podría sentir en esa situación. Pero los demás parecen pasarlo bien, desean repetir por enésima vez y no hay, o al menos eso parece, peligro por estar en remojo durante horas. El sol brilla de una forma especial y nunca molesta por mucho que abrase, es el único que no se deja tapar por las nubes mientras blanquea la luz hasta el extremo transformando el cielo en un lienzo donde las aves trazan pinceladas de inconmensurable belleza. Aquí se escuchan a diario las chanzas, las risas y la algarabía de la gente que vive en paz, que disfruta de una obra de arte hecha ciudad, de la banda sonora de una producción sin guiones que cuenta, sin tapujos, lo que es la felicidad y la alegría de estar en Cádiz.

Aldeacentenera, Cistierna, Cocentaina, Guarromán, Somiedo, Villa Padierna y otros lugares entrañables de la geografía española


Decía el Julián, el algarrobo del pueblo, que por San Blas veríamos a no sé qué ave volar. También decía algo de San Antón, incluso de San Mateo, pero de esos sí que no me acuerdo. Pero así era el Julián, un tipo de campo, con millones de atardeceres, con otros tantos de amaneceres y con no sé cuántos santos que, según se alineasen, auguraban una condición meteorológica o una premonición en las siembras. Siempre estaba rodeado de seres, ya fuesen los chiquillos de la plaza, los jubilados de la peña o las ovejas del Matías. Muchos pensaban que era medio retrasado, pero nadie rehuía su compañía. Con cosas de diablos viejos y nogales solía excusarse ante tantas situaciones, se había convertido, sin lugar a dudas, en un refranero andante con una memoria privilegiada. El Julián iba siempre de uniforme, con su boina pelo de jumento, bufanda a cuadros de longitud indeterminada, mono azul como para ponerse a laburar en cualquier momento y mondadientes a media asta. Esta era una instantánea que realmente venía repitiéndose sin falta desde hacía ya más de 50 años, motivo por el que los lugareños dudaban si el Julián había sido joven alguna vez…

Escapada A Ninguna Parte


Había salido por la puerta de atrás, con urgencia, sin mesura, con grandes dosis de vergüenza y, sobre todo, con ligero equipaje en alma y espíritu. Hubo un tiempo en que, bueno, era habitual pagar poco para recorrer grandes distancias en proporciones de tiempo prolongadas. Eso sí, la condición única y común en estos viajes era la del plus de nocturnidad, lo que daba a la empresa unos tintes de cobardía cuasi siderales. En aquellos viajes era tradicional la tristeza, el tener siempre presente la fecha de ida y nunca la de vuelta, es decir, era un cambio de vida con poco esfuerzo crematístico y sí con una gran carga emocional sobre la mesa. Se trataba de una personalidad aciaga, de las de pequeño ano y tremendo culo, se trataba, sin lugar a dudas, del quiero y no puedo, del dime de qué presumes, del mucho ruido y nulos resultados. Había fracasado irremisiblemente en todas y cada una de sus intentonas, y eso que lo había probado todo, pero la ciudad le ganó el pulso de forma reiterada y acabó por vencerle en la gran batalla final, esa que como resultado te enseña la puerta de salida. En esas estaba cuando tomó asiento en aquel vetusto bus con matrícula de Melilla y un sinfín de números. Esa carraca, para qué negarlo, emanaba un hedor profundo a queroseno, a cucarrón muerto y a polvo acumulado hasta en la dinamo del motor. Con una entrada de medio aforo aproximadamente, el autobús comenzó su andadura entre las dársenas de la estación de forma bulliciosa y animosa. En el asiento contiguo nadie ubicó sus posaderas, por lo que para su algarabía podría viajar todo lo ancho que le permitía aquel reducido zulo que le serviría de morada durante largas horas. La ciudad tabú se despedía para dar paso a la nueva metrópolis que, en este caso, no tenía nombre.

Rebajas En Ambigüedades


Vivir con un fuego abrasador mientras el frío arruga la ciudad. 

Pensar que el mundo se acaba cuando estás a punto de nacer. 

Mirar con esperanza el despuntar del alba mientras unos ojos se cierran en la oscuridad.

Amar con pasión justo en el mimo momento en el que alguien piensa en el final.

Pintar de blanco el pasado cuando el futuro se viste de negro. 

Reír a mandíbula batiente por cualquier fruslería a la vez que el quebranto te parte por la mitad.

Llenarse de motivos y de argumentos cuando el desencanto gana enteros frente a la razón.

Dar toneladas de consejos a la vez que erramos inexorablemente por sistema.

Entregar la vida entera mientras la compactadora de archivos inservibles hace su trabajo.

Vivir, en definitiva, a contracorriente mientras la incoherencia se adueña de la razón.

En La Ruina No Sale El Sol


Era mi potencial tan alto que ahora no sé cómo reducir la marcha.

Era tan alta la aspiración que ahora da miedo mirar abajo.

Era, en definitiva, mi pundonor tan alto que el depósito de combustible se quedó pequeño precisamente cuando el firme picaba hacia las rampas más violentas.

A riesgo de ser atropellado por la realidad, ahora me dejo rebasar por la decepción.

Aunque es cierto que la decepción no vino sola y en la lijada también me levantaron las pegatinas la desidia, el dolor y la humillación.

Tan lejos de la meta como cerca del fin, con un colapso en el motor de explosión.

Justo en ese momento en el que ya esperaban con ramos de flores y botellas de vino del caro.

La bandera a cuadros se quedó sin la blanca esperanza y ahora el horizonte solo ondea entre oscuros nubarrones que impiden ver más allá.

Lejos, muy lejos ya, del himno victorioso y de las coronas de laurel, de la ilusión y con la derrota como escudo de armas sobre el estandarte del fracaso.

Hay que saberse bajar, aunque no quieras, antes de verse varado, antes incluso de confirmar que el volante vira ligeramente hacia la cuneta por defecto, antes, recomendado, de que te reclamen con el claxon desde todas las direcciones.

Ahora solo disfruto de la quietud del momento, del desahucio, de subir a lo alto de esta ruina compuesta por deshechos, cenizas e incluso de unas volutas con el reflejo de un tiempo que ya apenas recuerdo y que se irán con la primera ráfaga de viento a otro lugar que espera en las antípodas de los embates de otro tiempo.

Deteniendo El Tiempo


Los pequeños jugaban alegremente en la tranquilidad del hogar sin más pretensión que continuar con la rutina durante todo el día. Las muchachas y las señoras alegraban con sus cánticos la estancia mientras que, con sobredosis de amor, se encargaban de los últimos preparativos. Los chicos simulaban su intención de ofrecer asistencia, pero ante la amenaza de estorbar, optaban por murmurar entre ellos lanzando miradas furtivas hacia las más jóvenes del grupo. Los señorones, aquellos que ni ayudaban ni pretendían hacerlo, enfilaban sus pasos hasta el bar de Manolo. Manolo, un tipo con una gracia sutil, servía botijos y guaros sin ton ni son, a todo hijo de vecino, sin más sensación que un leve dolor de riñones que le tenía mártir desde hace años. Este no era más que otro día especial de Navidad, de los que parecen diferentes sin saber el motivo, de los que la atmósfera se viste de lo que no es, de los que la gente fuerza una sonrisa premeditada y con aditivos. La estampa era bucólica, festiva, agradable y entrañablemente cargada. Todo aquello que no sonase al momento era mal visto, retirado de circulación y guardado en un cajón hasta el próximo día laborable. Era realmente curioso, a la vez que agradecido, suspender la rutina aunque solo fuese durante 48 horas. Mañana, saldrán las nubes de nuevo...

La Cuesta Del Mar


Mi viejo portal se alzaba sobre una pequeña estribación, ocupaba una posición reinante sobre una tremenda cuesta antes, moderada después y relativamente pequeña con una conciencia de adulto. Aquel resalto dio para mucho en mi infancia: buscamos a Lucifer, nos tiramos en trineo, con la bicicleta, en plancha, encendíamos petardos de Navidad, practicábamos “futbolismo” (un híbrido entre el fútbol y el alpinismo), encontrábamos tesoros entre los excrementos de chucho o simplemente ocupábamos nuestro tiempo escondiéndonos entre la maleza. Como es obvio, el campo visual difería mucho de arriba abajo y viceversa, eran dos latitudes distintas, una dimensión desde arriba y otro mundo si te encontrabas abajo.

Los días transcurrieron a rachas, en paz a veces, con sobresaltos a ratos, amenazantes casi siempre, pero con el ánimo y la ilusión por bandera. No es ambiguo decir que pasaron raudos y eternos a la vez, pero la posología resultante fue la de que resultaron días inolvidables en cualquier caso. Sabe Dios cuántas conjeturas se hicieron, cuantas baladronadas se proclamaron, cuantos sueños se hundieron en la ladera y cuantos planes inviables se enhebraron; sin embargo, todo quedo allí, en la cuesta tan humilde que ni siquiera tenía nombre. 

Un día la realidad ganó terreno a los sueños y se presentó en mi edad castigada, pero dentro del mismo escenario. Es cierto que la cuesta había sufrido “reforma”, que incluso el tiempo la había erosionado tanto como a mí, pero seguía evocando los mismos recuerdos de antaño. En la región más seca de todo el país solo veíamos el mar por televisión o en las postales que nuestros allegados más pudientes nos enviaban desde sus lugares de recreo. ¿Quién imaginaba, por tanto, encontrarlo allí?...

Caporal


Alguien se acomodó a su vera, en quietud, silencioso. Con miedo insuperable e inalterado, no quiso levantar la mirada de su libro. En ese momento solo podía sentir el pálpito de su corazón, leve, y el cosquilleo que le producía el contacto del vello de la sombra con su piel. 

Aquella secuencia se prolongó durante una eternidad, tanto que ignoraba si amanecía o atardecía, tanto como para haber olvidado cómo se habla, cómo se monta en bicicleta o incluso cómo se respira. 

Por momentos el miedo mutó en incertidumbre e incluso en ocasiones a ilusión. Sí, era como si la tensión hubiese alterado sus constantes hasta sentirse ebria de emociones, tensión y desasosiego. 

Una esperanza disfrazada de claridad inundaba la estancia, pero al detener la mirada en un punto fijo descubre que todo sigue oscuro. No, no podría determinar de forma precisa lo que estaba ocurriendo. Los detalles se le escurren entre los dedos de forma vertiginosa, sin poder retenerlos, como quien pretende guardar aire en una caja o como el que se afana en reunir una cantidad de agua determinada en un cono de papel. 

No, no tengo medios para describir, no sé para qué sirve un lápiz, ni tampoco sé lo que son los recuerdos. De hecho, no sé qué estoy haciendo aquí, pero de lo que sí estoy segura es de que ahora debería estar en otro lugar, lejos, donde pueda volar, donde pueda ser libre, donde no dependa de nada ni de nadie. 

A veces todo es mucho más sencillo de lo que parece.

Apocalipsis


Caminando por andar, viendo por mirar, continuando por seguir... En un momento todo llegó a parecer real sin ser cierto del todo. Una ruina. La ciudad se presentaba engalanada, esperando una situación especial, preparada para un momento álgido. Las gentes, apresuradas, acaparaban más de lo que podían para acabar, en la mayor parte de los casos, no dando una a derechas. A tontas y a locas, a derechas o a siniestras, nadie parecía preparado para nada. Tal era la magnitud del asunto que en aquel día el sol no se atrevió a asomar por el horizonte en ningún momento de la jornada. Se escuchaba murmullo desde las alejadas laderas, timbales embriagaban los sentidos de los transeúntes y las luces de neón inundaban la totalidad del campo visual de todo ser viviente. El miedo ahondó en la psique humana hasta sentir que no palpitaba en el lugar nada más que el miedo, la podredumbre y la sinrazón. Ya estaba más que claro que no había nada que celebrar. Cualquier lugar parecía bueno para el refugio, cualquier situación era mejor que la actual, cualquier miedo de antaño fue inferior, cualquier motivo carecía de valor comparado con el escenario pleno de incertidumbre que reinaba en la ciudad. Por un instante, el segundero abandonó irremediablemente el diapasón de su plana melodía hasta terminar parando el tiempo a escala universal. Justo en ese preciso momento, al percibir la extraña situación, traté de comprobar si mi sensación era verídica o tan solo virtual. Cuando logré comprobar que mi nivel de consciencia era el adecuado me dispuse a tactar con mi mano un objeto no identificado que se encontraba en mi aspiración, a escasos centímetros de mi titubeante presencia...

Una Realidad De Mentira

El otro día armaba mis recuerdos con las herramientas del alma. Sobre la mesa, un almirez, un mortero, un azadón y un rastrillo, todos de bolsillo. Cuando echaba la mirada atrás más me arrepentía; sin embargo, dada la tremenda lucidez del momento de inspiración, más disfrutaba con la efervescencia del momento, con la elocuencia de la situación, con lo intrínseco, en definitiva, del panorama dominante en aquel viejo cuarto de una vetusta casa de un aún más antiquísimo inmueble. Afuera el frío arredraba a los incautos que se aventuraban en sus luchas diarias, castigaba los espacios desnudos de la piel y maltrataba a los mártires del asfalto, aquellos que no tenían más remedio que perpetuarse en el escenario urbano. Entre aquellas cuatro paredes no se estaba mucho mejor de no ser por la pira formada de manera asilvestrada con riesgo de prender con sus ascuas cualquier alfombra reseca y formar un tremendo incendio, pero allí también, para no perder la costumbre, tampoco nunca pasaba nada. En un pasaje de descanso mental, decidí buscar algo de color a través de la ventana. Camuflado y vestido de centurión con la cortina como aliada y fiel compañera, fijé mi vista en una mujer que, de forma dubitativa, hacía compañía a la marquesina donde se aguarda la llegada del Circular. Mi sorpresa, como no podía ser de otra forma, llegó cuando después de un tramo de tiempo considerable el autobús hizo acto de presencia. No era motivo de sorpresa que aquella camioneta arribase, que también por lo descabalado de su horario destartalado, sino porque aquella mujer siguió allí después de su paso…

Belfast Memories


El efebo de virginidad natural y de blazer encarnado irradiaba brillos que iluminaban la estancia por mucho que esta permaneciese cerrada al infinito. Su protocolo entonaba una callada melodía, un grito de irresistible insolencia, un desgarro de carencia afectiva y soledad que arrastraba a lo más hondo de la podredumbre y la desidia. Escondía un interés más allá de la humano, de lo terrenal, de su propia pujanza, de su valor y de lo que significaba toda su trayectoria en sí. Sus gestos describían la pena, la tristeza y la melancolía como una definición concisa e inmejorable. Como un recuerdo embriagador, su esencia ya devoraba millas a ras del mar. Su marcha supuso la transición al quebranto más violento, el puente a la humillación moral y el paso definitivo a la exterminación de la alegría como sentimiento válido en su futuro devenir por el valle. Impronta triste sellada con un presente y un destino que me hunde entre sonidos de nostalgia perpetrados en un ramillete de canciones para la ocasión.