Belfast Memories


El efebo de virginidad natural y de blazer encarnado irradiaba brillos que iluminaban la estancia por mucho que esta permaneciese cerrada al infinito. Su protocolo entonaba una callada melodía, un grito de irresistible insolencia, un desgarro de carencia afectiva y soledad que arrastraba a lo más hondo de la podredumbre y la desidia. Escondía un interés más allá de la humano, de lo terrenal, de su propia pujanza, de su valor y de lo que significaba toda su trayectoria en sí. Sus gestos describían la pena, la tristeza y la melancolía como una definición concisa e inmejorable. Como un recuerdo embriagador, su esencia ya devoraba millas a ras del mar. Su marcha supuso la transición al quebranto más violento, el puente a la humillación moral y el paso definitivo a la exterminación de la alegría como sentimiento válido en su futuro devenir por el valle. Impronta triste sellada con un presente y un destino que me hunde entre sonidos de nostalgia perpetrados en un ramillete de canciones para la ocasión.