Desequilibrante


La cantidad de personal que había en el recinto no entraba en consonancia con el silencio reinante en aquel momento. Realmente era un silencio ruidoso, que atronaba, que silbaba, que llegaba a torturar. Todas las miradas centraron su atención en los individuos que se disponían a ejecutar la acción: dos tipos idolatrados, cuasi desconocidos, odiosos y amantísimos, incultos y atractivos, repelentes y carismáticos. Muchos fueron los que abandonaron sus preocupaciones e incluso su identidad para afrontar la cruda tarde de invierno sentados sobre un trozo de cemento recebado de aluminosis en cada poro. No había nada más importante que hacer ni pensamiento relevante que enfrentar, era el evento del siglo y todos querían ser parte del momento histórico ejerciendo acto de presencia para sentirse, de alguna forma, parte de la propia trama. Votar, trabajar, crear, invertir, donar, inventar, emprender, ayudar, colaborar, levantar… no tiene sentido esforzarse si puedo mirar sentado. Que no se hace ni por disfrutar, simplemente es porque al final hay que hacer de todo en esta vida.