Deteniendo El Tiempo


Los pequeños jugaban alegremente en la tranquilidad del hogar sin más pretensión que continuar con la rutina durante todo el día. Las muchachas y las señoras alegraban con sus cánticos la estancia mientras que, con sobredosis de amor, se encargaban de los últimos preparativos. Los chicos simulaban su intención de ofrecer asistencia, pero ante la amenaza de estorbar, optaban por murmurar entre ellos lanzando miradas furtivas hacia las más jóvenes del grupo. Los señorones, aquellos que ni ayudaban ni pretendían hacerlo, enfilaban sus pasos hasta el bar de Manolo. Manolo, un tipo con una gracia sutil, servía botijos y guaros sin ton ni son, a todo hijo de vecino, sin más sensación que un leve dolor de riñones que le tenía mártir desde hace años. Este no era más que otro día especial de Navidad, de los que parecen diferentes sin saber el motivo, de los que la atmósfera se viste de lo que no es, de los que la gente fuerza una sonrisa premeditada y con aditivos. La estampa era bucólica, festiva, agradable y entrañablemente cargada. Todo aquello que no sonase al momento era mal visto, retirado de circulación y guardado en un cajón hasta el próximo día laborable. Era realmente curioso, a la vez que agradecido, suspender la rutina aunque solo fuese durante 48 horas. Mañana, saldrán las nubes de nuevo...