En esta realidad hace frío. Siempre. Cuando llueve llora el alma, se inunda la razón y las goteras torturan mi existencia. Si un día nieva la razón se bloquea y quedo fuera de juego durante varias historias completas.
Si aquí alguna vez hiciese calor me pondría a secar, comería recetas con el sol como denominador común y cenaría grados con guindillas en la esquina de este tómbolo que me asfixia a diario.
Si por estas latitudes entrase la primavera los capullos serían otros y la escena se llenaría de moscas, pero un millón de estas no se equivocan, los capullos no solo visten de verde y por aquí no entra ni el aire.
Si un día en Sad City cayese algo no serían hojas, sino almas a los pies. El otoño se empareja con la tristeza, cierto, pero hace tiempo que el lamento y la quiebra sentimental perdieron la batalla contra mi eterno invierno.
