Tras de sí dejó una vida entera, plena de sinsabores, de angustia premeditada, de no llegar a ninguna parte en ningún momento. Allí quedaron amistades, lugares, un divorcio, un hogar gastado y un vehículo recién estrenado. Hoy no hay nada, tal vez todo, pero decidió erradicarlo de su vida. A su lado solo permanecía Trisky, un precioso golden retriever de color dorado y mirada inocente, el compañero ideal que no hacía preguntas y que jamás lanzaba reproches. Los años de papel quedaron en la retina, deseando ser expulsados, y es ahora cuando, a través de la ventana, sentía que estaba en el camino correcto. Por momentos parecía que el mundo se había vuelto del revés, que ignoraba incluso el tiempo y la razón, pero era incierto de todo punto: los lugares siempre son los mismos, son las personas las que evolucionan incesantemente a peor.
Su desembarco en la ciudad era inminente.
